Siempre había algo que cortar, alguna cosa inacabada que quedaba colgando. La muerte sin resolver de su marido, el encuentro casual con alguien que dejó un regusto que no acabó de saborear, el abandono inexplicable del músico del norte, la reacciones particulares de Luca… y muchas más cosas que no entendía. Parecía como si el círculo de muchas de las situaciones que vivía no se cerrase jamás, y eso, la desconcertada sobre manera.
Cada vez pensaba más y peor. Se obsesionaba con todo lo que la rodeaba y daba excesiva importancia a lo que apenas la tenía. Quizá llevaba demasiado tiempo sola. Guardaba en el fondo de su alma un cariño que ya casi nunca utilizaba y huía de modo consciente de situaciones con las que pudiera verse comprometida. Nada bueno era ese proceder y ella lo sabía.
Cada día era peor que el anterior, porque al esconderse todo se vuelve mas oscuro y salir de nuevo es difícil cuando sólo se tiene una escasa voluntad, y la apatía favorece ese estado. Luca era el único que en estos momentos podría procurarle las tijeras para no dejar más hilos sueltos.